Cuando llegó a los Estados Unidos de su natal Acapulco, México, a los 16 años, David Muñoz—como muchos otros inmigrantes—sentía que no tenía voz.
“No sabía nada de inglés”, dice el asistente de enfermería certificado del Novato Healthcare Center. “Al principio no podía comunicarme. Quería hablar, participar y defenderme, pero no podía. Sentía mucha impotencia”.
Afortunadamente, dijo, siempre hubo personas dispuestas a ayudarlo cuando veían que tenía dificultades para comunicarse.
Dos décadas después, y después de esforzarse para aprender inglés, Muñoz devuelve el favor ayudando a sus compañeros de trabajo que no hablan el idioma con fluidez.
“Me gusta ayudar a las personas para que conozcan sus derechos y obligaciones en sus departamentos”, dijo. “Siento que estoy ayudando a que las cosas sean un poco mejor para todos”.
Así es también como se siente al participar en la negociación de un nuevo contrato. Las principales prioridades para Muñoz y sus compañeros de trabajo son aumentos salariales, seguro médico gratuito (actualmente pagan el 60 por ciento de las primas) y la posibilidad de retirar en efectivo el tiempo de vacaciones no utilizado en cualquier momento, en lugar de sólo dos veces al año.
Lograr esas prioridades haría de Novato un mejor lugar para trabajar, aunque ya es una gran mejora con respecto al lugar donde Muñoz trabajó anteriormente, donde no había sindicato.
“Cuando hay un sindicato y el empleador quiere cambiar las cosas, lo piensan dos veces”, dijo. “Cuando un trabajador se mete en problemas, hay un proceso; no es que te despidan y ya. Me siento protegido”.
Muñoz le recuerda a aquellos que tienen ideas preconcebidas acerca de lo que son los sindicatos o a los que les preocupa el pago de las cuotas sindicales sobre los beneficios de estar organizados.
“Aquí todos luchamos juntos”, dijo. “Cuando hay sindicato, respetan más al trabajador”.